01.02.2025 08:08 a.m.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora - Foto Cortesía: Farley Betancourt
En una tarde de emociones y buen toreo en la plaza de toros de la ganadería Vistahermosa, el colombiano Cristian Restrepo firmó dos faenas de gran calado, pero la espada le privó de los trofeos. Junto a los españoles Iván Rejas e Iker de Virgilio, deleitó a los aficionados en un festejo cargado de entrega, arte y pasión.
Arbeláez - Colombia. El aroma a albero y bravura impregnó la atmósfera de la plaza de tientas de la ganadería Vistahermosa en días pasados, donde un lleno hasta la bandera recibió con expectación a la terna de jóvenes novilleros que habrían de jugarse la vida con los seis ejemplares enviados por el Maestro César Rincón. La cita era un escaparate para medir el temple, la entrega y la pureza del toreo en su esencia más prometedora.
Iván Rejas, forjado en la escuela de Escuela Taurina Ciudad de Atarfe, abrió la tarde con una actuación rotunda. Desde los primeros compases con el capote, mostró una cadencia natural, rematada con verónicas templadas y un quite por chicuelinas que encendió los tendidos. En banderillas, siguiendo la estela de su maestro David fandila "El Fandi", ejecutó un tercio vibrante, al quiebro y al violín, que arrancó ovaciones cerradas. Ya en la muleta, toreó con cabeza y sentimiento, hilvanando series ligadas de derechazos profundos y naturales de mano baja. Una bien ejecutada estocada le valió las dos orejas del primero y, aunque en su segundo tardó en cuadrar al astado, otra espada certera le permitió pasear un trofeo más. Sin duda, un novillero con argumentos sólidos y hambre de gloria.
Iker de Virgilio, con un concepto más estético y expresivo, dejó destellos de su calidad innata. Brindó su faena con emoción y ejecutó un inicio genuflexo de gran ajuste. Logró muletazos de mano alta y una tanda final con cambio de mano que provocó el delirio en los tendidos. Sin embargo, la impaciencia con los aceros le costó caro: marró en repetidas ocasiones y perdió los trofeos que ya tenía en la espuerta. A pesar de ello, su concepto clásico y su buen hacer con la franela hacen prever una carrera de futuro.
El turno del colombiano Cristian Restrepo era esperado con ansia por la afición, consciente de que en él reside una esperanza firme en la renovación del escalafón. Desde el recibo con el capote dejó claro su conocimiento del oficio: verónicas cadenciosas, media de cartel y un galleo torero para llevar al novillo al caballo. En la muleta, su toreo brotó con verdad y naturalidad. Al primero lo toreó con empaque, citando de lejos y trazando naturales de gran profundidad que conectaron con el respetable. En el segundo, más exigente y con un punto de mansedumbre, supo llevarlo largo, sometiéndolo con la diestra y rematando con trincherazos de cartel. Pero la espada le jugó una mala pasada. Pinchó reiteradamente, diluyendo el peso de dos faenas que, de haber sido rubricadas con contundencia, habrían significado el reconocimiento mayor. Sin embargo, el poso que dejó en la arena es el de un torero con personalidad y raza, cuya progresión hará hablar mucho en el futuro.
Los banderilleros Andrés Herrera y Brayan Valencia dieron una lección de profesionalismo, clavando en todo lo alto y demostrando su oficio con solvencia.
La tarde en la dehesa de Vistahermosa fue un canto a la tauromaquia joven, a la esperanza de un escalafón que pide a gritos nuevos valores. Cristian Restrepo no tuvo fortuna con los aceros, pero su toreo caló hondo en el alma de los aficionados. No hay duda: su nombre seguirá sonando en los carteles importantes, porque cuando hay verdad en la muleta, el destino tarde o temprano concede la gloria.