10.02.2025 09:23 a.m.
Redacción: Juan Pablo Garzón Vásquez
En un festejo que cerró con broche de oro la feria de San Blas, Emilio de Justo se consagró en la plaza de La Candelaria con una actuación memorable. Su entrega y maestría, sumadas a la bravura de un extraordinario toro de Garcigrande, elevaron la tarde a la categoría de acontecimiento taurino. Con un temple exquisito y una estocada certera, el cacereño se llevó las dos orejas y firmó su momento de gracia en Valdemorillo.
Fusagasugá - Colombia. La plaza de toros de La Candelaria, en Valdemorillo, lució el cartel de "No hay billetes" en el esperado mano a mano que ponía fin a la feria de San Blas. Un ambiente de San Isidro adelantado, con un público madrileño y una afición selecta, se congregó para presenciar un festejo que quedó marcado por la figura de Emilio de Justo. Si bien Juan Ortega, habitual en este coso, no tuvo la fortuna de años anteriores, la tarde encontró su protagonista en el diestro cacereño y en un bravo astado de Garcigrande, que rubricaron la tarde con una actuación para el recuerdo.
El festejo comenzó con un toro de José Vázquez de hechuras armoniosas, pero de fuerza precaria, que no permitió a Emilio de Justo el lucimiento deseado. Con suavidad y temple, intentó extraer muletazos de calidad, pero el animal medía cada embestida y se aplomaba ante cualquier desajuste. La tónica continuó con el segundo de la tarde, en manos de Juan Ortega. Un precioso colorado, cornidelantero y con gran presencia, pero que, al igual que su predecesor, evidenció endeblez. El sevillano, fiel a su estilo, le dio tiempo y espacio, consiguiendo algunos muletazos de trazo exquisito, aunque sin la continuidad ni la emoción que imprimen las embestidas profundas.
El tercero, de El Parralejo, puso a prueba la capacidad de Emilio de Justo. Un castaño de temperamento encastado, que exigió mando, poder y reflejos. El extremeño se dobló con él en el inicio de faena, tratando de someter su vibrante embestida. No era toro para el lucimiento relajado, sino para la entrega absoluta. En dos ocasiones estuvo a punto de ser cogido por el pitón izquierdo, pero su firmeza y convicción le permitieron completar una labor meritoria, premiada con una ovación sincera.
El cuarto bis, sobrero de Garcigrande, vino precedido por un quite de Juan Ortega que destiló torería. Unos delantales de cartel de toros que fueron lo mejor de su actuación. Sin embargo, el toro, a pesar de su buen embroque, careció de finales, impidiendo la continuidad en la faena. Ortega lo intentó con su clásica elegancia, pero la falta de transmisión del burel limitó el impacto de su actuación.
Y entonces llegó el momento cumbre de la tarde. Emilio de Justo, consciente de la importancia de la ocasión, se fue a chiqueros a recibir al quinto de Garcigrande, un toro hondo, bajo, engatillado, de hechuras perfectas para la lidia. Desde el capote ya se intuyó que el animal tenía el fuego de la bravura en sus entrañas. De Justo lo entendía a la perfección, y después de una lidia vibrante, estructuró una faena de alta escuela. La muleta del extremeño fue un manantial de temple, mando y cadencia, especialmente por el pitón derecho, donde la embestida del Garcigrande cobró una dimensión excepcional. Dos series sin ayuda, con la figura erguida y el pecho ofrecido, rematadas con pases de pecho a la hombrera contraria, provocaron la entrega incondicional del público. El éxtasis se alcanzó con una estocada hasta la gamuza que desató la petición unánime de trofeos. Dos orejas al esportón para el torero, pero, incomprensiblemente, sin premio para el bravo Garcigrande que había merecido, al menos, la vuelta al ruedo.
Cerró la tarde un toro de El Parralejo que, si bien tuvo nobleza, no terminó de entregarse, dejando en Juan Ortega la obligación de extraerle lo poco que tenía. Lo logró con su característica elegancia en la colocación y la presentación de los engaños. Remató su actuación con una gran estocada, que le valió una ovación.
Con cuatro Puertas Grandes en tres días, la feria de San Blas cerró con un saldo positivo y el eco de una faena que quedó grabada en la memoria taurina de Valdemorillo. Emilio de Justo, con su momento de gracia, demostró que la temporada ha comenzado con fuerza, y que en su muleta hay torería, pasión y grandeza para el 2024.