El Último Quite: Michael Ramírez, la Lucha por un Sueño en Tiempos de Prohibición

El Último Quite: Michael Ramírez, la Lucha por un Sueño en Tiempos de Prohibición

14.02.2025  08:27 a.m.

Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora

Referencia Informativa: Zabala de la Serna - www.elmundo.es

Michael Ramírez, un joven torero colombiano, desafió el destino y las restricciones de su país al saltar al ruedo de la Plaza México como espontáneo en la despedida de Enrique Ponce. Con su acción, reivindicó la tauromaquia y su derecho a soñar en un país donde el actual gobierno intenta cercenar una tradición centenaria. Su historia es un testimonio de pasión, sacrificio y resistencia contra un sistema que niega las libertades fundamentales de trabajo, cultura y creencia.

Arbeláez - Colombia. Las luces de la Monumental Plaza México centelleaban como estrellas atrapadas en el asfalto cuando Michael Ramírez decidió desafiarlo todo. No fue un impulso, ni un acto de inconsciencia, sino el resultado de una planificación meticulosa, el último recurso de un torero sin ruedos y con un destino truncado por una administración que ha convertido la tauromaquia en un enemigo político. No hubo fortuna de apoderados ni contratos de cartel, solo el deseo inquebrantable de un colombiano que se niega a renunciar a su vocación.

Desde su infancia en Manizales, la cuna del arte taurino en Colombia, Michael supo que su vida estaba escrita con la misma sangre y arena que mancha las taleguillas de los grandes maestros. Su destino quedó marcado aquella tarde en que vio la despedida de César Rincón en la Feria de Manizales, con el eco de los "¡torero, torero!" retumbando en su alma infantil. Pero la Colombia de su infancia no es la de hoy. La Fiesta Brava ha sido convertida en blanco de un discurso prohibicionista que ignora la realidad cultural, histórica y económica de un pueblo que ha encontrado en el toro una forma de expresión y sustento.

Michael, como muchos, encontró en el exilio la única vía para continuar su camino. México le abrió las puertas, pero la vida fuera del albero no es más fácil. Trabajar de mesero de noche y entrenar de día se convirtió en su única alternativa. "La situación en Colombia es insostenible. Nos están quitando la fiesta y con ella, nuestra razón de ser", afirma con la voz de quien ha aprendido a convivir con el sacrificio. Los permisos caducados, la precariedad laboral y la falta de oportunidades lo llevaron al límite. Entonces, ideó un plan.

Cada detalle estaba calculado: la entrada al tendido, el escondite de la muleta plegada como cojín, el estaquillador camuflado en un paraguas, la precisión del salto. Y cuando Enrique Ponce recibió su último toro, Michael vio su última oportunidad. Saltó al ruedo y desafió la censura con naturales firmes, templados y profundos. No buscaba escándalo, sino reconocimiento. En su camiseta negra, el mensaje era claro: "Libertad por la tauromaquia en Colombia y en todo el mundo".

El maestro valenciano, sorprendido, no lo reprendió. Al contrario, lo abrazó, comprendiendo que en ese acto desesperado había más verdad que en muchas tardes de contrato asegurado. Pero la realidad es implacable y la policía no tardó en llevárselo. En la delegación Benito Juárez, su destino pendió de un hilo. "Sabía lo que me jugaba, pero tenía que hacerlo", recuerda. Finalmente, la solidaridad taurina se impuso: el torero y abogado mexicano Gitanillo de Tlalpan pagó su multa y lo liberó.

La gesta de Michael Ramírez es más que un acto de rebeldía; es un grito de auxilio en tiempos en que la cultura taurina se ha convertido en rehén de una agenda política que niega la diversidad cultural y la autodeterminación de los pueblos. Su historia representa la lucha de muchos que ven en la tauromaquia no solo un espectáculo, sino una forma de vida, un derecho al trabajo y una manifestación legítima de identidad.

Ahora, su sueño sigue intacto. España es su próxima meta, aunque el camino es cuesta arriba. Entrena en parques, en terrazas, en cualquier espacio que le permita mantener viva la llama del toreo. Su único vestido de luces, un berenjena y azabache regalo de Emerson Pineda, espera el momento de brillar en una plaza que le otorgue la oportunidad que su país le niega. "Ojalá se abran puertas después de esto. Pero si no, seguiré buscando mi sitio", dice con la determinación de quien sabe que el arte y la pasión no entienden de prohibiciones.

En un mundo donde los derechos a la libertad, el trabajo y la cultura deberían ser incuestionables, la lucha de Michael Ramírez es un recordatorio de que los sueños solo mueren cuando se deja de pelear por ellos. Y él, con la determinación de quien ha pisado el ruedo con el alma en vilo, está dispuesto a dar la última estocada.

  

 

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