MADRID 4ª SAN ISIDRO: NOTABLE PRESENTACIÓN DE EL PARRALEJO

11.05.2015  19:25

Redacción: Barquerito - Cronicatoro.com - Web Aliada

Toma antigüedad la ganadería andaluza –encaste Jandilla- con una novillada muy seria, diversa, noble y brava. Triunfo entre sentimental y heroico de Gonzalo Caballero.

Madrid - España. La novillada con la que el hierro de El Parralejo se estrenaba en Madrid fue de muy diversas hechuras. Venía siendo norma de la ganadería jugar corridas parejas. En Valencia, en Castellón y en Pamplona, que es su plaza mayor. Aquí se rompió la norma. El novillo del debut, altísimo de agujas y ensillado, sacudido y muy astifino, fue muy noble. Se llamaba Soplón, número 2, negro listón. 521 kilos. Más son que gas. Acusaría las secuelas de un volatín tremendo antes de ir al caballo. Perdió las manos, parecía flotar. Pero tenía esa gota de clase que sostiene a los toros en pie. El cuello largo le permitió descolgar. Estuvo muy valiente y encajado Gonzalo Caballero, denodado titán.

El esfuerzo titánico estaba reservado para el cuarto toro. En este otro primó, por encima de la entrega sin reservas, una teatralidad nueva en el torero de Torrejón, que debutó con caballos en Sevilla un ya lejano mayo de 2012. La teatralidad: paseos, una estudiada manera de recoger la muleta tomada del repertorio gráfico de Antonio Ordóñez –foto icónica de Arjona- y un exceso de pausas. Ajuste y valor, pero no ligazón: el muletazo rehilado del Manzanares joven ya es tendencia. Aguantar las repeticiones del toro por la mano izquierda no fue sencillo. Un final por sedicentes bernadinas cosidas con el de pecho, una estocada con vómito. El torero llega a la gente.

El novillo que más gustó –aplausos en el arrastre- fue el segundo, que atacó bien de salida, protestó en el caballo y llegó a hacer en la muleta el surco. No  a planear, porque para eso es imprescindible tener pista y distancia. Fue toro llorón -¡muuu...!- pero noble. Y encastado en el más noble sentido de la palabra: descolgado, con fijeza, no se hizo de rogar, largos viajes. Una escarbadura final. Faena de mucho oficio y buen corte del malagueño Fernando Rey, que era también debutante en las Ventas. Buena mano izquierda, pero tandas de uno en uno. El vicio de perder pasos, sentido del temple, capacidad para torear por abajo, sentido también del ritmo. Ni precipitado ni moroso, sino todo lo contrario. Un faena empantanada por larga. Lances, en el recibo, de lindo encaje. Un pinchazo y una estocada. Un aviso.

El tercero, único colorado del envío, tendió a encampanarse, pero también a rebrincarse y, por justo de fuerzas, a echar la cara arriba. Antes de varas había galopado con gran estilo. Un espejismo. No se acopló con él Francisco José Espada. Faena de más a menos en todo: ideas, resolución, logros. Una estocada caída y trasera.

El cuarto, castaño y carifosco, cuajo de bisonte –el perfil, la pinta-, renegó en varas –trallazos, suelto, la cara arriba- y se escoció en banderillas. Fernando Rey le hizo en su turno el quite de El Zapopán. Cuatro lances. Impresionante destreza para revolar el capote en el cite, buen ajuste. Caballero brindó al público la que iba a ser, no sin teatralidad temeraria y no impostada, una faena de las de vencer o morir. El toro quiso. Y el torero. Pero pudo el toro sin proponérselo.

Firma de la temeridad: el abuso de los cambiados por alto intercalados en tandas que se fueron amontonando ansiosamente.

Una firmeza incuestionable, porque lo de por una puerta o por otra –la grande o la de enfermería- iba en serio. Al librar un cambiado a destiempo, salió volteado Gonzalo. Más de dos minutos en el suelo y en apariencia inerte. Lo levantaron. Volvió al toro ciego. Pasión en los tendidos, provocados por el gesto. Manoletinas. Y, sin engaño, una estocada. A pelo pero desprendida. De la reunión salió de nuevo cogido y revolcado Caballero. Gran paliza. Dos descabellos. Sin petición suficiente, una oreja. Y una vuelta al ruedo lentísima, interminable. Sonrisa triste de héroe.

El quinto se llamaba Dionisio. Casi tan alto como el que abrió el desfile. Toro de mucho brío pero pegó cabezazos. Lo manejó sin agobios Fernando Rey –otra vez, detalles caros con el capote- pero lo desplazó más de la cuenta. Muleta pequeña, de bello vuelo, pero no tanto gobierno. Torero de gran seguridad, facilidad natural. Correoso el toro por la mano izquierda. Demasiado monótono el trasteo. Y largo. Una estocada notable.

El sexto, armado por delante, un punto degollado –como los Jandillas primitivos-, negro lustroso, agalgado, precioso, salió algo quebrado de varas, lo lidió de maravilla Daniel Ruano, tuvo en la muleta temple y nobleza. Suave. Desigual una faena de Espada de ritmo muy irregular y tímida apuesta: muletazos buenos en redondo, tragos puros e impuros dentro del mismo sorbo, estrategia sin norte, rutina. ¿De más a menos? Eso mismo. Una estocada ladeada, dos descabellos, un aviso. Ocasión malograda.

Ficha de la Corrida

Madrid, 11 may. 4ª de San Isidro. Veraniego, tórrido. Las banderas a plomo. Casi tres cuartos de plaza. Dos horas y diez minutos de función. Seis novillos de El Parralejo (José R. Moya). Tomó antigüedad la ganadería, de procedencia Jandilla-Fuente Ymbro. Gonzalo Caballero, saludos tras petición y oreja tras un aviso. Fernando Rey, saludos tras un aviso y silencio tras un aviso. Francisco José Espada, silencio y silencio tras un aviso. Fernando Rey, de Torremolinos (Málaga), nuevo en esta plaza. Incidencias: Buenos lances de brega de Joselito Rus y Daniel Ruano. Gonzalo Caballero, cogido dos veces por el cuarto pero no herido, atendido de contusiones múltiples de pronóstico reservado.

  

 

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