11.01.2025 06:40 a.m.
Redacción: Javier Enrique Baquero Pardo - www.voyalostoros.com - Web Aliada
En la penúltima corrida de la Feria de Manizales, destacaron las actuaciones de Luis Bolívar y Daniel Luque, quienes salieron por la puerta grande con decisiones presidenciales generosas que levantaron críticas por su excesiva benevolencia. Bolívar, en su despedida de los ruedos, mostró técnica depurada, especialmente en su segundo toro, pero enfrentó dificultades con la espada. Luque, por su parte, destacó en su faena con técnica y temple, aunque los trofeos concedidos fueron cuestionados. Alejandro Talavante tuvo una actuación discreta, marcada por falta de conexión con el público y fallos con la espada. La tarde estuvo caracterizada por una valoración sobreestimada del desempeño en el ruedo, dejando un sabor agridulce en el análisis crítico del espectáculo.
Manizales - Colombia. A un día del fin de la Feria de Manizales, debo analizar lo vivido en la Plaza de Toros hoy y tengo que ejercer mi labor como crítico y no como publicista, como algunos quisieran.
Hoy fueron entradas por el palco presidencial cuatro orejas de las cuales yo hubiese concedido tan solo tres, actuando en justicia.
La verdad debo ser enfático en afirmar que el dicho aquel de que “en tierra de ciegos el tuerto es rey” se puede aplicar en todos los aspectos de la vida y en este caso al maravilloso mundo de los toros. Hoy sentí en varios momentos que el muy respetable público de Manizales aplaudió y acompañó con óles, momentos que verdaderamente no ameritaban tal euforia, y consideró con el mayor respeto que eso fue el resultado de lo que hubo en el ruedo, es decir, era tan poco en momentos lo se veía, que era sobrevalorado, para hacer de la tarde una fiesta donde la falacia era el rey.
Luis Bolívar – negro, oro y cabos blancos.
Perecido, #350, 448 kilos. El cabeza de cartel fue Luis Bolívar quien se despide de los ruedos en la presente temporada, echó por delante un ejemplar al que los pitones de daban presenció ofensiva, rizado con algo de morrillo y poca culata. El negro ejemplar fue con presteza al capote de Luis. Efraín Ospina le dejó una vara algo trasera. En banderillas camino. Luis brindó a Juan Carlos Gómez, director ejecutivo de Cormanizales., por la labor social que cumple la empresa.
El toro caminador visitó todo el albero. Y Luis con mucha técnica lo prendió a los vuelos de su muleta. Un silencio total en labor plaza mientras se iniciaba en firme, los óles y nuevamente el silencio. Con el remate las palmas. Cuatro más y el de pecho, todo con suavidad y luego los silencios. Bolívar entendió la cadencia de los muletazos que debía formular y los espacios que debía tomar. El toro reaccionó y sacó la idea de quitarse el engaño y desarmó a Luis, la música seso y El Colombiano a retornar el libreto, pero Perecudo no quería seguir en las tablas. A tomar la espada. Dos muletazos más y vamos a matar. La espada en buen sitio, pero ineficaz, el descabello y fallos. Pitos y dos avisos. Otro intento con la espada y muerto el ejemplar. Silencio y división de opiniones con el JBC.
En el cuarto, tras dos orejas generosas, salió al ruedo un impresentable astado, este astaiban cara. Los pitones mermados y justos a la presencia juvenil. Con la capa algunos lances. Sin mucho que destacar. La pica fue en la contra querencia. Luis brindó al público en su despedida de los ruedos. Dos pases cambiados en el centro del ruedo fueron el inicio de la faena, luego con la pañosa en la mano derecha Luis fue conectando con el toro y su mano derecha dejarnos ver muletazos largos, templados. La técnica de Bolívar fue depurada, la colocación y la formulación de cada muletazo encrechó la creación. Las distancias fueron fundamentales y la muleta planchada el antídoto para que Lanzadito sacara lo mejor de sí. La despedida frente a este subía de tono y él lo sabía, firme, sereno y con temperamento dio todo de sí. Unos pañuelos afloraron de forma inconsulta, pero Luis tomó el acero. Los gritos subieron de tono. Luis se seguía recreando y el palco miraba, hasta que sacaron el pañuelo del perdón. Dos orejas.
Gritos de “hay que matar, hay que matar” Luis recibió las orejas y las entregó a su cuadrilla y dio la vuelta sin los trofeos.
Alejandro Talavante – tabaco, oro y detalles en blanco.
En segundo lugar, saltó a la arena Guitarra de 452 kilos en la tablilla, otro negro que los pitones de daban algo de presencia. Talavante le presentó el capote y lo probó con lances técnicos. La pelea en los montados fue desigual. Pidió el preceptivo permiso y sin brindar inicio su labor. Muletazos hilvanados, uno allí y otro aquí, pero poco que sacar del que miraba por encima de los engaños. No insistió, incluso no probó la izquierda y la espada binomial a buscar un camino fallido. Otro intento y una tendida. Silencio y pitos al toro.
Para su segundo Talavante laceó con mucha dulzura a un negro de justa cara, a esta altura los ánimos están variados y lo poco era mucho. Cayetano dejó una vara apenas justa. En las banderillas nada que recordar, el brindis fue para el público y Talavante en los bajos de sombra rodillas en tierra ejecutó tres muletazos, luego de los cuales el toro miró las tablas y ante la alarma Alejandro se incorporó y buscó llevarlo al centro del ruedo donde lo prendió de la muleta y Cristalero a buscar el camino de naviego. Manso la espada a la mano y a perseguir al toro que empezó aparear buscando la salida. Estada defectuosa. Palmas y pitos al toro.
Daniel Luque – primera comunión y azabache
Para el tercero y aún sin haber visto nada, cambió la capa en el encierro, un castaño requemado, vociferó, con unos pitones ofensivos y pocas góndolas, así como kilos. Un pequeño toro que de lámina no tendría ningún reparo a simple vista. Luque poco dejó con la capa. Con la muleta el tema cambió, algo le vio Luque al ejemplo e inició a torear en redondo, logrando una primera tanda, que, en ese vacío de emociones, arrancó las palmas del público. En una segunda tanda de naturales el público se le entregó y la música empezó a sonar. La izquierda también fue fundamental para Luque, pues por ella el toro repitió con más garantías. El toro a diferencia de sus hermanos, perseguía con más codicia permitiendo que el torero español pudiese armar una faena. Lo visto en su gran mayoría se debe a la técnica de Daniel Luque, aunque, gladiador puso parte, no fundamental para las ejecutorias. Mato de espada ligeramente caída, eso si efectiva. Dos orejas dadivosas, una era el premio justo. En tierra de ciegos el tuerto es rey y con lo poco visto el palco consideró alegrar el tendido.
Para el cierre uno de 460 kilos en tablilla, con cara y bonita lámina al que Daniel Luque lanceo en los bajos de sombra. El toro en los lances salía escopetado a los tableros. Y para rematar el piquero Javier García oso picar en el centro del ruedo y el toro embistió hasta que logró el tumbo. El caballo al verse atacado por el toro buscó refugio y atropelló las tablas. Luque sacó buen partido del que cerraba el festejo. Luque aseado y con mucho fundamento sacó uno a uno lo que había, que no era mucho. La sosería en cada muletazo y que correctamente ubicado para no desaprovechar el ir y venir, hasta que canto la gallina que estaba oculta, y esta vez con peligro. Estocada sin puntilla. Silencio y pitos al toro.